viernes, noviembre 30, 2007

Huellas

Se me entremezclan varias ideas en la cabeza. Estaba pensando en que no me he leido nada del premio cervantes de este año, un poeta argentino llamado Juan Gelman. Conozco un poco más de su vida y dan ganas: la dictadura argentina acabó con media familia, incluida la desaparición de su nieta, recuperada después. Gran estómago para soportar tamaña oscuridad del futuro y del pasado. También leímos algo ayer que nos muestra más oscuridades: las parejas que convencen a sus hijos de que papá o mamá son unos seres odiosos. Sí, sólo se me ocurren oscuridades del ser humano en un día que vuelve a llover por la noche, mientras el día se levanta transparente y azul. Quedan marcas en el suelo y en el olor de la hierba. La lluvia es transparente pero deja huellas. Como lo oscuro: a veces es transparente, pero siempre deja huellas. Las huellas que son cosas del pasado pero que marcan definitivamente el futuro. A mí me gusta dejar huellas por ahí. Pero ahora sé que esas huellas forman parte de mi futuro. Yo soy mi futuro, porque mis huellas soy yo y mis consecuencias. Pero existe el presente, del que a veces, me olvido. El dinero y el tiempo, resumía la vida en un tono lacónico el propio Gabilondo anoche haciendo un poco de autocrítica. O al menos eso espero. Yo lo sentí así.

jueves, noviembre 29, 2007

El sur

Aquí miro mucho al cielo. El tiempo siempre ha sido un gran tema de conversación. Ahora todo desemboca (bueno, todo no, que aquí no hay ríos) en el sempiterno cambio climático. Mi cambio climático ahora mismo se centra en el norte y en el sur. En el norte, donde todo es verde y en el sur donde sueño con días que llegarán, con playas nudistas y con atardeceres de cervezas y labios. Eso es el fin de semana, aunque también de letras y paseos. También las mañanas allí son mejores, más tempranas y más lentas, más jugosas también. Dan ganas de saborearlas cuanto antes pero todavía es jueves. Ya casi es viernes. Dicen que lloverá. Yo no me lo creo, es que soy optimista. De todas maneras si lo pienso, la lluvia me conviene para encerrarme que es cuando mejor me abro. Y el libro necesita de aperturas y de clausuras. Como los monjes, como las diosas.

miércoles, noviembre 28, 2007

Viajes

El ruido de las malditas máquinas seguía allí. Apenas el agua se movía en aquel vaso de plástico demasiado pequeño para llamarlo vaso. Sin embargo todo el mundo lo hacía. El cielo que se vislumbraba por aquella ventana que daba a la calle teñía de azul la habitación que ya no olía a café, al menos el del buen café. A esas alturas de su vida podría enumerar los olores de su vida y aquello le gustaba: recordar él y su memoria cuándo había sido feliz le suponía un menor esfuerzo que definir la situación por la que ahora pasaba y de la que quería salir cuanto antes. Pero el doctor se resistía a darle el alta, aunque él ya lo había hasta suplicado. Sus hijas no querían saber nada de él. No las culpaba, pero creía merecerse un respeto. Sí, no las había criado, pero siempre se había preocupado de enviarles ese billete de cien pesetas cada semana. No quería suplantar a su madre, pero podía hacer algo al respecto. Bebió un poco de agua. Le sentó bien y comenzó a pensar en los viajes que había hecho de joven. El primero fue a Alemania, donde estaba el futuro o mejor dicho, los restos de las bombas americanas. Pero allí en aquel tiempo él era uno más y se bebía sus cervezas el domingo. Hasta la nariz se le ponía roja. También saludaba a los americanos, ya quedaban los últimos, los que recogían los pedacitos que se querían llevar de su aventura europea. Allí conoció a Mike, uno de los que se quedó. Y es que Anna era mucho Anna.

martes, noviembre 27, 2007

Barrios

Ahora a un barrio se le llama cualquier cosa: cualquier cosa que quiere decir a todo un racimo de urbanizaciones o bloque (¡Qué mal suena lo de bloque!) de viviendas de menor o mayor lujo... Casas juntas, eso es ahora un barrio. Y se crean de la nada, en una especie de montículo a las afueras de Madrid o en una zona deshabitada del norte de Tenerife, previa recalificación, etc... Antes un barrio se tardaba en crear unos años y sí, iba de la mano de la vivienda, pero luego la gente se iba conociendo, iba llegando, se iban queriendo u odiando, se enamoraban quizá, hacían cosas juntos, comían, cenaban, se emborrachaban, sus hijos iban al cole en eso que llamábamos el micro, la guagua, el autobus para entendernos...
El progreso ha traído los coches individuales (toma metáfora) y las pantallas planas, y el vecino es alguien que sigue viviendo al lado nuestro pero al que apenas le ponemos nombre. Eso sí cuando asesina, corrompe,... los últimos en enterarse son los que vivimos al lado. Ahora la vitalidad de los barrios se mide por el precio al metro cuadrado, como si fuera una charcutería, y nosotros los cerdos. El tejido social-cultural (leáse teatros, cines, formación, música) ya no tiene peso, ahora todo lo mide el dinero y la banda ancha para el messenger.
Sé que es una obviedad pero supongo que cuando tenga hijos o nietos o ambas cosas se lo tendré que explicar: ¿el qué? Pues cuándo se fue todo al carajo. Por cierto, un día yo escribí una serie que iba un poco de eso. Pero prefirieron, los de Cuatro, una comedia sobre sexo y otra sobre las desventuras de un grupo parecido al de parchís. Ansí nos va, que dirían los de la ESO.

lunes, noviembre 26, 2007

Amistades peligrosas

Uno se va haciendo mayor, pero esto que viene a continuación no va por las canas o por los achaques ni siquiera por las resacas. Va por los amigos, los que verdaderamente lo son. Sí, al final son tres, a lo sumo cuatro, después de vivir toda clase de situaciones más o menos amistosas. Al final la cosa va de miradas. De ver a través de esos ojos y de sentir adonde ellos te transportan. También es de olores, y eso incluso puede llegar a confundir. Los olores son muy peligrosos, pero son una gozada también.
A envidias y estupideces hace mucho que uno no juega, pro ahí los contemplas, cómo el mundo se cae encima de alguien sin que nadie pueda evitarlo y sin que ese alguien haga nada, porque a lo peor muere en el intento. Esto va por los maltratadores. El otro día presencié de espaldas una conversación e un bar entre el camarero y un señoir que postado en la barra consumía algo de alcohol, mezclado con cocacola.´Decía, vociferaba en contra de su mujer, que si no le preparaba la cena, que si no estaba cuando él llegaba, que si no... Me dio un pálpito extraño y a la vez culpable. Y supongo que es por ahí donde empiezan a asesinar esos hombres que no tienen asideros en la cabeza. Pagué mi café después de ver al mar. El hombre, ese hombre, estaba al final de la barra, casi en la oscuridad. Que siga ahí.

domingo, noviembre 25, 2007

La luna

Es luna llena. Si os asomáis a la ventana, la podréis ver, casi tocar. Me gusta pensar que la luna sale para uno. Pero claro, esto no es así. Sale para todos. Muchas veces bajaba a la playa después de estar de copas para ver cómo el oceáno engullía a aquella cosa tan redonda y tan reluciente. Dejaba su marca en el horizonte como despidiéndose hasta dentro de un mes. Un mes entero, treinta días sin contemplar uno de los espectáculos gratuitos más eternos. Como tú. Sí, justo dentro de un mes estará saludando de nuevo, desde allí arriba como si nada. Como Pink Floyd le cantaba al lado oscuro de la luna, el mar la arrulla hasta el amanecer. Hoy el amanecer será claro y frío. Demasiado frío a estas alturas de mi vida. Pero es que mi vida es como la luna: fría y luminosa a la vez. Las luces que necesité se encienden ahora una detrás de otra y no hay manera de que se apaguen. Acaso yo no quiero que se apaguen porque la vida fue generosa y yo un egoísta. O simplemente, admiraba la luna y no miraba siquiera mi sombra. ¡Hola!, sombra, le dije no hace mucho tiempo. Tardó en contestar, pero me sonrió. Con eso basta. La sombra ya no fue oscura nunca más.

viernes, noviembre 23, 2007

Míralos

Kaiser se la queda mirando. Un rato. Pega un bufido y sale a por ella. Beta está en lo suyo, jugando con mis dedos, muerde y muerde, incansable. Kaiser se ha fijado en su cuello. Prácticamente no tiene, pero mueve su rabo. Beta no mira. Muerde. Camina moviendo el trasero y las patas sólo le dan para un escalón cada segundo. Ahí Kaiser llega antes y me dice adiós antes. Pero es imposible no despedir a Beta que llega con la lengua fuera. Pero siempre llega. Beta duerme en la tripa de Kaiser. A Kaiser le gusta, aunque no lo admitiría nunca. Ahora es la rival de su cariño, del nuestro. Son niños, niñatos. Lo mismo se dan besos que se hacen tropezar. Hasta que duermen. Ahí llega el amor. Porque el amor es ciego y Kaiser ya no ve muy bien. Se querrán siempre.

¿Qué me pasa, doctor?

Esa es la pregunta ante mi total estado de escepticismo mezclado con mi proverbial de aflicción que me produce todo lo que tiene que ver con la tele y con mi dolor de garganta que parece perenne. Menos mal que a mi nueva perra no la tengo que hablar porque si no me quedaría sin voz a la vez de ya. Pero empecemos por el principio que hoy tengo ganas de escribir y eso es muy raro, se lo aseguro. Primero, sí, he escrito un libro. Hay mucha gente que no se lo cree y no se crean, yo soy uno de los primeros que no se lo creen. Porque además suena un poco pedante eso de decir he escrito un libro. ¿Qué coño significa eso? Más o menos, yo creo que signficia que he escrito algo largo o más menos largo que tiene un sentido, o que sigue una historia a lo largo de esas páginas. Segundo, el otro día con unos amigos comentaba una cosa que vi cuando tuve la brillante idea de sentarme a disfrutar un capítulo de CSI. Era una mierda pinchada en un palo y la escena que vi era para tontos. Allí, en la sala, había gente que veía CSI. Me produjo un cierto ardor de estómago el pensar que los estaba llamando poco menos que tontos al ver una serie que poco menos estaba escrita para tontos. Pero seguro que me equivoco, porque allí no había ningún tonto. ¿O sí? ¿O había alguna tonta? Bueno, dejémoslo aquí, y cada uno vaya a su psicólogo de cabecera. Tercero, y esto es una recomendación: A los que escribais: nunca, pero nunca terminéis una secuencia con la siguiente perifrasis: actor/actriz se queda mirando o pensativo con música de fondo. Nunca. Jamás. Al menos, si queréis que siga viendo esa serie o peli o lo que sea. Ah, y hoy hace tan poco viento en Tenerife que había parapentes en el cielo. Sí, cayeron en la playa. Muy poco a poco.

jueves, noviembre 22, 2007

Películas

Ayer en el avión iba rodeado de políticos canarios. Raza extraña esta. Nunca me he sentido a gusto con esa gente. Llaménme raro pero no les tengo mucho aprecio. Me producen desasosiego. Sé que tengo muchos prejuicios al respecto, pero qué le vamos a hacer. No lo puedo evitar. Fue un día extraño el de ayer. Idas y venidas, de teléfonos y monosílabos, como una película. Como se dice tantas veces la realidad supera a la ficción y esta vez no fue una excepción. Las azafatas fueron muy amables. Había una en la que me fijé que sí parecía que estaba en las nubes. Nunca dejo de observar a la gente que mira como si fuera una invidente, ¿qué verán? Yo siempre me imagino grandes historias sobre la vida y la muerte, pero me temo que mi visión de los demás está salpicada de falsas interpretaciones y lo peor de todo, de mi imaginación, que al menos es mía. Los relámpagos me recibieron como si fuera una fiesta. Esta mañana no quedaba nadie.

miércoles, noviembre 21, 2007

Era el mismo hombre

No se reconoció en ese espejo que jamás limpió. Las manchas le cubrían su rostro como si hubiera llovido. No se afeitó tampoco esta vez. Se tocó el pelo, ese que nunca llegó a dominar y que se dejaba largo a veces. Pestañeó un poco y se hundió la cara en el agua. Estaba tibia como su cuerpo. La noche la había pasado entre sudores fríos y sueños que le habían dejado helado. Pensó en cambiar de edredón pero se acordó que los otros no le recordarían a ella. Conservaba su olor y eso era lo único que lo mantenía vivo. Y alegre. Miró por la ventana que nunca cerraba por si acaso se dejaba las llaves dentro. Jamás supo cómo se entraba por esa pequeña escapatoria, pero se imaginaba escalando tejados, subiéndose a árboles que nunca existieron o que talaron ya hace mucho tiempo, mucho antes de que hubiera nacido. Pero era un hombre envejecido.
Y por fin la noche se había ido. El ruido del día le despejó un poco, más que el agua que ya estaba fría.

martes, noviembre 20, 2007

No esperes el sol

Me dijo aquel hombre que parecía que sólo miraba hacia arriba. Al principio no le entendí, luego miré hacia abajo y es que hablaba con su perro. Vaya gente, pensé. Gente que habla con los perros, con los gatos. Ese hombre no era muy mayor, no al menos tan mayor como para llevar el abrigo que tenía puesto. La bufanda era roja, pero no ese color vivo y fuerte, sino que era apagado, gris, como el cielo, como esa lluvia fina que no dejaba de caer por más que te pusieras a resguardo en los pequeños kioscos que me encontraba en mi camino. Iba hacia el trabajo pero decidí meterme en el bar que siempre tenía esa luz encendida. Nunca se apagaba. Y mira que he pasado veces por ahí, pero esa luz incandescente, fea, como de plata, estaba ahí. De algún modo me vigilaba, ahora que por las mañanas mi mujer ya no me quería ver y ya no me acordaba de cómo olía cuando aún nos gustábamos. La puerta chirrió un poco y el olor a café lo llenó todo. No había nadie. Por eso miré el reloj y entonces me di cuenta de todo. Mierda.

lunes, noviembre 19, 2007

Noches grises

La noche acaba siendo gris. Estos días el frío hace llorar y tapa caras. Somos un poco más fantasmas de lo normal porque no se nos ve. Da miedo mirar el cielo que se cae a trozos. Las letras ahora no sirven. Sólo sirve el abrigo y un café bien caliente. Seguro que todos lo hemos hecho. Un café es ahora después de la madrugada lo único a lo que agarrarse para seguir durmiendo, para quedarse en el sueño que aveces, ojalá siempre, me traslada a la infancia, eso que ya no está pero a lo que todos pertenecemos. Oigo la radio y escucho las noticias que una detrás de otras vienen y se van. El café permanece y los labios, al principio, fríos, ahora quieren hablar, aunque sea en la soledad de periódicos e internet.

domingo, noviembre 18, 2007

La noche

La noche es el lugar donde casi todas las cosas pasan. Ayer pasaron unas cuantas. El concierto de Editors fue una buena muestra de que las manos a veces sirven para algo. También las gargantas. La gente se lo pasó en grande y nosotros también. Fui con dos amigas que viven en el mismo edificio. A metros de distancia, pero también a pisos de distancia. La sensanción ahora después de un tiempo fuera es de que no ha pasdo el tiempo: Al final el tiempo se mide en amistad y de eso ahora sé un poco. Creo que el tiempo es nuestro y así viviremos más. Y mejor. Compartir es vivir y a veces, sólo a veces, se nos olvida. Yo no quiero olvidar y menos dejar de compartir. La noche terminó en el sueño. Y es que las noches se acaban. Mañana hay otra.

sábado, noviembre 17, 2007

ira

La ira es una de las cosas que más miedo me da. No tanto en mí, sino cuando la veo en la mirada de los otros. Esa insoportable necesidad de violencia verbal o física, esa lúgubre tendencia de destrozar otros ojos, otras miradas, se me antoja imposible en mi forma de ser. Pero la temo. Y cada día más. Anoche compartimos una gran noche con esos dj que siempre tienen una sonrisa en la boca, que disfrutan con la música cada segundo, que miran a los que bailan, que intuyen lo que bailan y que intuyen un poco la felicidad de la gente que lo quiere ser. Hasta las chicas desconocidas de los rincones hacían que las paredes y las esquinas tuvieron su ración de baile y fiesta. Allí había también amigos y conocidos, se confunden a veces y te sacan de quicio otras. Se les veía relajados y hambrientos de conversación y movimiento. Hubo de todo. Creo que al final hasta karaoke, de ese que no pasa por ser un juego en manos de gente con la voz rota del tabaco y el alcohol. Yo no llegué hasta allí. Me esperaba Rita silbando y escuchando un poco el disco de Eddie Vedder. Con él me fui a la cama. Y que conste que no soy gay. Tampoco tengo ira. Tengo otras cosas. También amigos

viernes, noviembre 16, 2007

Madrid

No pillé un taxi. ¿Por qué? No me gustan, salvo por la noche, que es cuando verdaderamente los necesitas. Y cuando puedes pensar en otras cosas que no tienen que ver con el tiempo y los atascos, la mala leche y la suerte, sino que piensas en la cama o en alguna película o incluso en alguna chica escurridiza que quiso mirarte una sola vez durante toda la noche. Por las noches los taxis son una especie en vías de extinción, como los lugares en los que uno se encuentra realmente bien, en silencio o escuchando de fondo algún disco de cuando uno era más joven y quizá mejor persona. El sol engaña a la vista. Hace frío, el aire sopla en los dos lados de la calle y las esquinas no son de este mes. Las gafas de sol ayudan a cruzarse mejor por este vericueto de calles que luego se transfroman en ciudad visible. Pero yo prefiero la invisible. La mía. La que no comparto. La del silencio.
Este mes es el de los momentos. Tendré unos cuantos este fin de semana.

jueves, noviembre 15, 2007

Pegatinas

Los americanos. He pegado una bandera americana a mi maleta. Ya la tengo preparada. Quizá está más llena, lo que sí tengo claro es que más vacía no está. Ha sido un viaje intenso y tranquilo. Acaso lo mejor está por llegar siempre, cuando uno se acuesta y cierra los ojos. Da un poco de vértigo pero la vida tiene que darlo, si no, para qué vivirla. No me queda duda de que me quieren por aquí. Me llevo hasta llaves y algún que otro cariño verdadero. Las noches ahora serán en castellano y los días con sol y algo de arena. Negra. Los americanos seguirán construyendo edificios, caminando sin mirar y tiñédolo todo de rojo, porque aquí es otoño y en España, también. Madrid espera siempre. Que espere, por ahora, sentada.

miércoles, noviembre 14, 2007

Mirar

Ya las hojas se caen. Ya las hojas han dejado de ser verdes. Ahora son de colores incandescentes. Colores memorables que pitan la ciudad como si ya no fuera Atlanta, como si fuera Europa, ese continente que se hunde rodeado de negros que piden paso. Es el otoño, noviembre, un mes que parece un artista dispuesto a hacer su última obra maestra, como si hubiera un último momento para decidir, para rebobinar hasta el verano, cuando todo era verde y los niños jugaban con ese columpio que ahora apenas se tambalea cuando juega con el viento, ahora frío, viento de bufandas y de rayas que nublan la vista, al menos la hacen más corta, pero sí definitivamente, más bella. Porque mirarte en noviembre es un regalo. Todavía.

martes, noviembre 13, 2007

Tampoco soy yo

Somos muchos. Desde la primera apertura de ojos por la mañana, legañoso, frío, descolocado a veces, uno empieza a ver colores, o la vida en blanco y negro. Ayer fui a ver Control que no sé si se habrá estrenado en España, un retrato muy vivo sobre Ian Curtis, una de las leyendas del rock y del pop de finales del siglo pasado. La decadencia y la genialidad, la tortura y el amor, la pureza y la lucha, el suicidio y la alegría... Son términos contrapuestos, claroscuros que rodea la vida que termina en la muerte. La mirada brillante que desprendía hacia fuera le fue marchitando dentro. Los dos mundos implacables chocaron y él se quedó en medio, sin nadie a quien agarrarse en la desesperación por ser lo que al final no pudo llegar a ser. En tierra de nadie. Un hombre. Kipling lo dijo en uno de sus poemas más famosos. El hombre y la persona, la alegría y la pena, la dignidad y el amor. Todo lo fue él, todo lo quiso. No se guardó nada y lo acabó perdiendo todo. O eso creía él.
Seguimos comprando sus discos y cantando sus letras. Porque Love will tear us apart.
Ayer cenamos con Sheryl, una mujer que practica la alegría. Sigamos su ejemplo.

lunes, noviembre 12, 2007

rutina

Estoy en Atlanta, la ciudad de la información donde nunca pasa casi nada. Fui a comprar leche esta mañana porque después de los viajes redescubres el frigorífico y te das cuenta de que alguien vivía aquí, pero que ese agluien se fue. Y ahora hasta lo más pequeño dejó de existir hace mucho tiempo. Siempre huele algo a podrido y te devanas los sesos pensando qué fue lo que te dejaste, por qué ese bote está abierto y en qué estarías pensando cuando no dejaste esa lata en la basura. La cama estaba fría y el aire solo. Ahora la rutina: lavadoras, fregaplatos, comida, ... Suena mal rutina. Cuando uno está en algo que no se llama rutina se lo pasa bien. Todo es nuevo y todo es sol. Hará un buen día hoy. Iré al cine y a escuchar buena música a la vez. Un poco de zumo, el café y las lecturas. Eso también es rutina. ¿Algo que me saque de la rutina? El pensar. Escribir, tal vez. La historia avanza y yo la hago avanzar conmigo. El corazón de ese niño me hace palpitar. Me saca de la rutina y me lleva a una aventura. El chaval me hace un favor. Atrás quedó California, con su sol y sus playas. Con su acento mejicano, y sus viajeros constantes.
Esa rumana que estudia fotografía y que trabaja en el Laguna Inn debe estar empezando su rutina ahora. Basta de rutinas y a escribir...

domingo, noviembre 11, 2007

¿Por que no te callas?

Hace tiempo que no me oigo. Ahora es mal momento. Un aeropuerto no es buen sitio para casi nada. El de San Diego, menos. La gente a nuestro alrededor ira la television. Gana Green Bay. No entiendo mucho, prefiero ser sordo ahora. Pero te fijas en algo y ahí puedes estar horas. Ahora quiero una ventanilla y el silencio ordo de un avión que se dirige a su destino: siempre sin escalas. Volvemos, vuelvo, voy terminando, se me acaba el tiempo, el viejo, empieza uno nuevo. Huyo de la lluvia que no tardará en caer para refrescar este lugar que es casi Mexico. Sólo que no es México. Anoche estuvimos con sudamericanos y con europeos. La gente viaja con los aviones y la gente sí que hace escalas. A lo mejo rsí que me gusa hacer escalas. La próxima es la siguiente, no la última, pero casi.
No quiero pensar. Hasta mañana. Que es lunes.

La raya amarilla

Es lo que queda cuando se va el sol. Cuando se anima a despertar a los japoneses, que allá duermen aún. Si sigues la línea te ecneuntras con otras. Es un mundo de líneas que han sido puestas para que las sigas o las mires. Nunca están a gustos de todos, al menos de esos mejicanos que hacen que este país funcione. La riqeuza de Rodeo Dr no la puedo ver. Por más que me quito las gafas y me pongo otras no la veo. Las camionetas se sucenden unas tras otras y el resoplido de un camarero nos recuerda que la vida es muy dura aquí, casi tanto como pla muerte. Hoy había muchas bodas en la playa, laguna beach se llama. Y allí conocimos a una chica rumana que estaba como todos nosotros, In between. Los dos mundos, las dos líneas, la vida y la muerte. No lo he contado pero el otro día vimos una morsa que fue a morir a una playa donde las algas eran serpientes. La foto es muy triste. Ella se perdió, traspasó la línea y ya no volvió: Sólo la costa la retuvo, la costa del golf de la que huimos para acabar en la costa de as bodas y de las puestas de sol. Y otra vez las rayas.

viernes, noviembre 09, 2007

pajaros

El sol no nos visita. Quizá no es lugar ni el momento, pero lo gris domina allá arriba y por lo tanto aquí abajo en la llamada mec del cine, donde los actores se persiguen, persiguen y acechan a lo que hoy llamamas pantallas grandes, antes en aquella época donde el lujo y el glamour iban de la mano. Ahora se dan patadas y las sufrimos todos. En Main St en Santa Monica las tiendas se suceden y el mejor restaurante mexicano de esta costa conviven como si fuera lo normal. Lo normal es que este país funcione con los mejicanos. Sin ellos, sería todo un desastre. o desucbro que los mejicanos son el carbón que hace que este pueblo se caliente por la noche, el petroleo que hace que este país se mueva cada día, la luz que les permite leer, ... Lo que no son es el sol, ese sol que está en las matrículas de los coches. Sólo en las matrículas.
Las olas vuelven, una detrás de otra y los surferos como ajaros agazapados a la espera de la presa, son pacientes, libres y sobre todo, oscuros. Hay algo oscuro en esta ciudad. Algo que no debe funcionar como debería. Quizá hemos visto demasiadas peliculas. Quizá.

jueves, noviembre 08, 2007

En Malibu no hay sexo

En realidad, hay pocas cosas. El sonido del mar, el agua ya nos llega a los tobillos, diría Mike, un hombre de una gasolinera camino de aquí que presenciaba el día como quien presencia la ópera, la niebla lo cubre casi todo, menos sendas luces que anuncian comida japonesa y unos surferos que esperan con una cerveza en la mano a que mañana sea su día y se puedan llevar una ola y la chica del bikini de rayas que lleva demasiado tiempo en la arena mirando su móvil de última generación. Bueno, todo esto o casi todo me lo he imaginado porque acabamos de llegar al hotel, un sitio que está a medio camino de Santa Mónica, otra de las santas que adornan esta costa lleno de santos muertos. Los vivos, viven en la colinas y son las estrellas que a menudo vemos en la pantalla grande y también en la pequeña. Aqui, según el policía que nos ha escoltado hasta el hotel, el único peligro es encontrarse a las amigas de Lohan o a la Lohan mismo. Huid si aparece, nos ha dicho con una mano en la pistola y otra en su gorra, que le he pedido pero que no me ha regalado. Podía haber hecho un show de stripper maravilloso, pero mala suerte chicas y chicos, que no, que no me olvido de vosotros.
En Malibú también se hace de noche. Buscaremos un sushi bar y alguna barra donde sortear el destino. Y sonreír a alguien. Sonrían que nos hace mejores, y más atractivos y guapos...

miércoles, noviembre 07, 2007

Mentiras

Ayer viajamos rumbo sur, autopista uno, la de la costa, la de los surfistas solitarios, la de los inmigrantes clandestinos que se ven desde la carretera, la de las calabazas, la de la tarta de calabaza, tambié´n había de manzana, la de la sidra que no es sidra, la de los atascos en Santa Cruz, la de la continua playa que abraza el pacífico pues como es, pacífico, con olas con poder, no e gran altura, de gran altura son las algas que casi parecen serpientes dispuestas a darte la manzana, esa manzana que no tomamos, esa manzana que nos hizo llegar aquí, cerca de Peeble Beach, un lugar para el golf del que huiremos rápidamente buscando más playas y menos niebla, la niebla que a veces nos nubla y otras veces nos sirve de espejos, con un café en la mano y con los árboles que quieren dar sombra. Espero que esta tarde en Malibu nos la regalen.
Parece mentira, ¿dónde está el sol de california?, pregunto. Al sur, al sur, me dicen.

martes, noviembre 06, 2007

Hay tantas cosas

Ahora estoy oyendo un disco de bandas locales que nos regalaron en un concierto de una chica, de una princesa llamada Tricia, que pone su voz transparente y de raso a un grupo llamado Minipop. No sé si significa algo pero las dos únicas canciones que he grabado en mi camara en este viaje han sido dos versiones: hace unas semanas en NY una versión de New Young Pony Club del archiconocido tema de Technotronic y ayer el de Tricia, una versión del otro Leonardo, Cohen. Belén está de compras, yo ya no podía más, mi american express tampoco. Zarpamos mañana hacia San Diego vía Malibú y Los Angeles. Pensando en ir allí, no sé que nos vamos a encontrar. ¿Lo de las estrellas y todo eso? o hace falta mirar muy allá para encontrar estrellas. Las estrellas están ahí, aquí al lado, a tu lado y más allá. Sí, Hollywood es Hollywood y todo el mundo tiene sonrisas para dar y regalar pero las estrellas no sólo sonríen. Las estrellas te miran y te dicen hola, buenos días, qué tal, te cuentan cosas al oído, te envían mensajes, te ladran, lloran y a veces, hasta besan y nos enamoran. Esta noche, la última noche en San Francisco, iremos a un concierto a la zona gay de la ciudad, que es grande, luminosa, colorida y a rayas. Tocan Low vs Diamond, pues eso, estrellas y diamantes...

lunes, noviembre 05, 2007

anoche hable (en futuro) demasiado

Es rara la sensación cuando te das ucenta de que estás hablando demasiado. Tienes que parar pero no sabes echar el freno. Sí, es intensa esa sensación. La viví porque cenábamos con unos amigos de Belén que estaban interesados en todos los temas en los que los europeos creemos que sabemos más que nadie: guerras, nazismo, historia, África, películas independientes... Fue una conversación. Sin duda, me acordé de ti y el pez en el agua con ese acento.
Quizá echaba de menos una conversación digamos en diagonal. Aquí la diagonal de Barcelona se llama Market Street, por razones obvias. Por razones no tan obvias, la andamos ayer casi en su totalidad. Pero con atajos hacia el Japan Town que no resultó tan floreciente como pensábamos. Luego discutimos si es que la hipermodernidad japonesa es trasladable a otros lugares del planeta. O si su hipermodernidad tiene que ver más con occidente de lo que en un principio nos parecería. Eso se lo tendré que preguntar a los viajeros japones que todavía me rodean. Hoy iba a ser nuestro último día en San Francisco, una ciudad que se despierta con el maquillaje puesto y luego no se lo quita po rla noche, dejando a vagabundas treintañeras en busca de un dólar despistado que le haga comer o que le haga fumarse un porro a su salud. Porque seguro que aquí los dólares sirven para liar la hierba que en otras partes del mundo se produce. Porque San Francisco sirv de casa sin techo. Por ahora.
Nos dijo Marc que Colin Powell, ése que aseguró con una foto que en Irak había armas de destrucción masiva en la ONU, lo sabía todo antes de empezar esta mascarada sin fin. Ves, como los europeos sabemos demasiado.
Pero no sabemos casi nada de este país. Que es tan grande.
Ah, ¿y quién se imagina una huelga de los guionistas españoles por los sueldos, cuotas en las ventas de DVD, etc...? Pues eso.

domingo, noviembre 04, 2007

SMS

Son los mensajes cortos de móvil. Vivimos rodeados de ellos. Sirven para todo. En general, están mal escritos a posta. Pero son las nuevas cartas o mejor, los mejores poemas de este siglo en el que todos vivimos incluido, claro, yo. Ayer recibí dos. No eran poemas pero como si lo fueran. La persona más especial del mundo me contaba su noche en Madrid. Por un momento me la imaginé. Cómo, no, riendo, hablando mucho, tomando un gin tonic, o quizá un ron siempre con cola light, con un vestido corto y con mucho tacón. Me la imaginé feliz, rodeada de amigos que no son mayores que ella pero que sí lo parecen, porque ella ha hecho un pacto con el diablo. O es que su piel es luminosa y oscura a la vez. Fueron don sms. Yo estaba viviendo mi noche en San Francisco en un cine leno de gente que no iba al mismo cine que yo. Esto me suele pasar más a menudo de lo que me gustaría. Y es que yo creo que lo que nos extraña de esta ciudad es que todo resulte familiar aunque esté a miles de kilómetros de cualquier punto terráqueo que nos asusta cómo el mundo da la vuelta, gira y gira, pero ahí permanece; en un lado, Londres y Madrid, al otro Pekin y Tokio, y más allá, San Francisco. Adonde también llegan los sms que parecen poemas.

sábado, noviembre 03, 2007

Los sueños

Ayer no soñé, pero una amiga sí. Soñaba conmigo y con algo que pasó en realidad, con lo cual fue un sueño posterior a algo que finalmente ya había ocurrido. No sé si se puede calificar de alguna manera pero fue algo bonito cuando me lo contó: Me mandó un sms explicándomelo. Estamos ahora en San Francisco, una ciudad rosa que se parece a Nueva York y que tiene la luz de Barcelona. Alguien debería escribir de esto, porque San Francisco es como Barcelona. Su color es el amarillo, el rosa y también el azul, del mar en el que hay ¡Focas! Fue nuestra bienvenida a esta ciudad donde los chinos no saben inglés y ¿para qué lo necesitan? La mitad de la ciudad habla pekinés y la otra mitad latino. Anoche acabamos en una fiesta de la que salía regugiandose de sus fans Diego Luna, el actor mexicano que ahora también es director. Servían tequela Don Julio gratis así que Belén se tomó uno a mi salud y a la vuestra. Hoy veremos una peli. En San Francisco.

viernes, noviembre 02, 2007

la escalera

Allí subí un par de veces, al menos tres. Dos fueron con ella. La subíamos despacio, incluso nos sentábamos a escuchar la música de los bajos de Madrid. Ruidosa, sencilla, amable... Así era ella y también la música que contemplábamos en silencio roto por besos. Sus piernas eran largas, jamás había visto piernas tan largas, suaves, blancas, piernas sin rodillas que pudieran atenuar su belleza. Allí nos dijimos de todo. Hola, adiós, hasta luego... La conocía en un bar oscuro donde apenas me oía, pero ya me sonreía. Sincera, feliz. Era feliz, y creo que lo sigue siendo. Trabaja ahora fuera, muy lejos, donde casi no la adivino salgo por alguna foo furtiva que me envió cuando ya éramos amigos y no novios. Quizá nunca lo fuimos pero en aquella escalera todo fue posible.

jueves, noviembre 01, 2007

teclistas

No quiero ponerme pesado y que todo el mundo diga ya está este con sus cosas raras, pero tengo que subrayar lo guapa que son la mayoría de teclistas en los grupos que ultimamente veo. no sé si será una moda o alguien de merchandising se está metiendo en el mundo de las bandas que todaví no son grandes para provocar tal atino con esas chicas. Me refiero (y siento no poder colgar fotos en este mac que sin duda tiene algo contra mí) a las teclista de New Young Pony Club (Lou Hayter) y de Shout Out Louds (Bebban Stenborg), a los que vimos anoche en una pequeña y ruidosa sala de Atlanta el día de Halloween. Trataré de averiguar cómo se llaman (ya lo he hecho), pero hubo algo anoche que me hizo mucha gracia. Entre canción y canción, gritaba guapa en medio de un público americano que no se enteraba de la misa la media. Pero ella sonreía. Sabía algo de castellano imagino y eran suecos, así que seguramente habrá pasado más de un verano tostándose en la manga del mar menor o con un poco de suerte en Ibiza. Por cierto, este grupo que van a ser los nuevo The Cure, y si no al tiempo. Su albúm se llama Our Ill Wills y lo podemos encontrar en los mejores torrents. el chico le gustó a Belén porque llevaba una camisa de Ralph Laurent y eso es que se ducha todos los días, según nos dijo Belén que luego pasaría una mala noche, quiero decir, una buena noche y una mala mañana. Pero es lo que tiene Halloween supongo: por las mañanas todo el mundo va serio y sin mirarse a los ojos y por la noches la seriedad no existe y los ojos vuelan en este país tan grande.
Hoy iba a hablar de una amiga muy especial pero lo dejaré para mañana. Ella sabe por qué. Yo también.