Soledad
Su pelo le rondaba la cara. Jugaba. Corría el aire más que ella cuando el agua se acercaba a la orilla. Las toallas reposaban en la arena caliente por el sol. Las olas se repetían cada seis segundos y el libro pasaba solo las páginas. Apenas hacían sombra. Miró el reloj y sonrió. No tenía hambre y pensó en lo feliz que era. El silencio encalló en aquel mar frío. Y esperó la noche mientras jugueteaba con los perros que no iban a ninguna parte.
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