jueves, septiembre 25, 2008

Vidas

Se estaba terminando el café y ya miraba el reloj que hay en el móvil. Me tendría que ir, pensó. Pero llamó a la camarera y pidió otro café. Seguro que ahora es cuando viene. Es como la parada de autobús el cigarrillo. Cuando lo enciendes llega el bus. Se quiso animar. El día había ido fatal. Llamadas no recibidas, gritos que le habían despertado de madrugada, el perro, claro, no paró de ladrar y todo ello mezclado con media botella de vino que había bebido "casi sin querer". Ya el segundo café humeaba, el sol en lo alto pero allí no aparecía ella. Le dio verguenza y pensó en su mala suerte. Estaba bueno el café. Ahí empezó a cambiar su vida.

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

¡Pero bueno esa niña está tonta o qué!,la verdad es que hay tías en esta vida que no saben lo que se pierden.
Si estás aún en San Sebastián cómete un pincho de anchoas en mi honor, ¡hijo que envidia me das y yo aguantando este calor y esta infame humedad!

12:44 p. m.  

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