sábado, diciembre 01, 2007

Arrullado

El mar muere a treinta metros de aquí. No los he contado pero juraría que son treinta. Casi puedo tocarlo. Lo huelo. Fue el primero que dijo hola esta mañana. Yo no estaba de humor. Preparo el café, caliento la leche, busco las galletas, el zumo en su sitio, el ordenador conectado... Pero el mar seguí ahí diciendo hola. Ahora me siento y le respondo. Me cuenta que todo sigue igual por aquí. No me miente. Le veo tranquilo, sosegado, como a su amigo el viento que alecciona a las olas que todavía quedan por nacer. El sol se levanta allá donde la vista no me deja llegar. Es un buenos días, un hola doble. Ya el color merece la pena. No tengo lienzo pero me gustaría pintarlo. El café sabe bien. Son las diez de la mañana.

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