lunes, agosto 11, 2008

Los viajes de Rita

Allí me dejaron. De repente, todo se hizo de noche. Ni podía hablar. Mis ojos lo veían todo en cuadraditos. No se oía nada. Leves pisadas encima de mi cabeza. Me intenté poner cómoda en ese pequeño cubículo frío y sin nada que echarme a la boca. Tenía sed también y el estómago empezaba a darme vueltas, aunque no tenía nada dentro. Puse la cabeza entre las patas y empecé a ver cómo entraban en aquella bodega cajas y más cajas. Nadie hablaba. O al menos no lo hacían en un idioma que a mí me resultara reconocible. Aquel no era un viaje sin más y parecía estar todo dispuesto para que no viera más luz que aquella que se colaba por una pequeña ventana y sin posibilidad de escapatoria.

2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Pobre Rita, ¿ la compartes con alguien conocido?, me alegro, ésa será la razón de tu fascinación por nuestra isla.
Sabes, tenemos uno familiar que se llama Rodny, digo familiar porque lo compartimos abuela, hijos y nietos y si mi padre viviera diría ¿qué inteligente es?; ya ves él ni caso, te mira con sus ojos negros, brillantes y seguro que piensa ¡qué raros son todos en esta familia! ¡mira que chillan y hablan todos a la vez!
Felices lo que sean, vacaciones o no

11:30 a. m.  
Blogger Unknown ha dicho...

Pobre Rita.Además habrá sentido tanto frío...espero con la naturaleza cálida que nos caracteriza se le pase el susto.
Rita:bienvenida a Tenerife!

12:25 p. m.  

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