martes, diciembre 25, 2007

el mensaje del rey

Esta mañana vi dos televisores, antiguos, no planos, casi ovalados, tirados al lado de un contenedor de basuras. Los vi como algo más que una metáfora, como una verdad. También fue una metáfora que al lado de mí en una cafetería estaban un par de mujeers que hablaban de vestidos blancos, de fin de año. Da mala suerte dicen. Yo no lo sé pero me parece que llevan razón. Acabo de empezar un libro de Jim Dodge, un personaje underground y dejado d ela mano de las editoriales porque vive solo en Sonoma, al norte de San Francisco. Ojalá San Francisco, como diría el otro.
Habré dormido demasiado doce horas, y llevo un par de días sin escribir en este blog. El cuello sigue en su sitio y su dolor ya lo llevo conmigo como si formara parte de mí. La familia ayer discutió sobre los temas más candentes en este lado de la isla... me aburrí y me fui a dormir. Doce horas. Hacía mucho que no dormía tanto. Pero lo hice adrede. No me gustan estos días. No hay periódicos, supongo que todos los años digo lo mismo, pero no entiendo por qué hay que soportar un día así sin periódicos que echarse a la boca. Es una injusticia como el papa, como el rey.

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