jueves, septiembre 14, 2006

Girasoles no tan ciegos


Este es el título (o casi) del magnífico libro de Alberto Méndez que en paz descanse. Pero hemos encontrado otra magnífica obra de arte en forma de película que también toma prestado la múltiple metáfora que representa el sustantivo girasoles. Buen ritmo, buena historia, y, sobre todo, y entiendanme si les digo que es una rara avis, se abstiene bastante de entrar en otros temas que no sean los propios de la película, mal endémico que el cine español no termina de solucionar. Los personajes acompañan a la historia que como un rompecabezas va encajando dentro del guión de la peli, y lo que es más importante, dentro de la cabeza de los espectadores que asistimos (creo que puedo decirlo en plural) a un entretenimiento que llevará a algunos de sus protagonistas a conquistar un Goya o dos.
Por otro lado, y no desviándonos del cine patrio, vimos Salvador, la nueva producción de la siempre estimable factoría Mediapro, del capo Roures. Buena historia mal contada, es decir, la historia ya estaba, que sea buena no dependía del guionista de turno. Ahora lo que sí le pedimos es que no la joda. Y casi lo consigue. Al menos lo intenta hasta la mitad de la película con una voz en off que pone los pelos de punta con ese tono didáctico y tan poco cinematográfico. Parece que lo hubiera escrito el que le hace los discursos a Pepe Blanco. Cuando desaparece la voz en off, la cosa se suaviza y se da paso a la historia de la peli, que es al final lo que interesa (a ver si nos vamos enterando de ese pequeño detalle). La agonía del protagonista al final, sólo destinada a los sadomasos que, por cierto, abundan en este país. Por cierto que en esta última secuencia vuelve a aparecer la voz en off que nos vuelve a castigar con su discurso prefabricado y hueco (vamos, para tontos).
En fin, que parece que el cine español respira, aunque sea con dificultad.

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