viernes, julio 25, 2008

Veterinario

Ayer llevé mi perro al veterinario. Un pequeño eczema en la piel era la razón de ese singular viaje que es trasladarte con tu perro en el coche. Me lo quedo mirando por el camino y pienso: ¿Sabrá dónde vamos? ¿Qué se le pasará por la cabeza? Le noto estresado. Yo lo estaría viendo cómo conduzco, pero ese es otro tema. Entra de un salto al coche y sale de él como alma que lleva el diablo. No para de sudar, bueno, o eso que les pasa a los perros cuando están nerviosos. Yo también lo estaba un poco. Es mi capacidad empática. Ya me pasa con Rita, pues con este igual. Supongo que tengo alguna conexión extrasensorial con los perros. ¿Seré un poco perro? Guau, Guau... Puede que sí. No lo pasó bien. Yo tampoco. Le puse la correa y andamos un rato para que él oliera y yo reflexionara. Un salto, y al coche otra vez. De vuelta a casa, le miro por el espejo interior del coche. Él mira hacia fuera, como si fuera una persona más. Yo creo que no ve mucho. Los años no perdonan y no puede llevar gafas. Vuelve a su sitio en casa y ladra a todo quisqui. Le engaño con la comida y las pastillas. Juraría que no se dio ni cuenta. Del lavado sí, pero soporta el agua. Corro para que no me salpique.
Y todo vuelve a la normalidad de un día con panza de burro. Ahora parece que no hay. Ojalá.

1 comentarios:

Blogger Lotte ha dicho...

Me recuerda mi viaje de esta Navidad de Vigo a Madrid en coche con dos perros, un pájaro y un tronco de Brasil. Y con mi hermana. Yo conducía. Los animalitos no molestaron nada, mi hermana casi me mata de frio y de frialdad.

Qué vida más perra!

6:44 p. m.  

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