miércoles, febrero 06, 2008

Margaret

Voy a caminar por esta acera. Así veo a los coches de frente. Así me imagino a la gente que viene a mi encuentro ahora que hace frío. Ahora que no tengo a nadie. Margaret pensó que se había puesto la rebeca correcta pero olvidó mirar el parte meteorológico. Allí no se anunciaba ventisca, pero sí que anunciaban unos vientos incómodos, sobre todo para ella que se había arreglado y que se había atrevido a llevar una falda. Bueno, casi era verano, pensó. Así que levantó la cabeza y se dirigió a la estación de autobuses. Esta vez no me pondré nerviosa. Esta vez lo conseguiré. Casi sonreía, mientras veía que su sombra se alargaba y ya notaba algo de calor del sol en su espalda, agrietada por los años. Llevaba un pequeño bolso. Allí guardaba una mandarina y sus pastillas para el dolor de cabeza. Sólo por si acaso, pensó al salir de su casa. Me subiré al autobús, logró decir en alto. Pero las piernas empezaban a pesarle. Seguía con la mirada la línea discontinua que ella recorría con sus zapatos de poco tacón, casi ortopédicos. Lo puedo hacer. El viento la despeinó un poco. Pero ella se puso el cabello en su sitio. Y suspiró. Respira, respira, se dijo.

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