lunes, febrero 11, 2008

Las prisas

Esta mañana he venido al trabajo como de costumbre. Había mucho tráfico en el sentido de la autopista que no era el mío. Respiré aliviado. No me gusta llegar tarde, tampoco a mi muerte me gustaría llegar tarde. Ahora que se habla de vivir 115 años o 150, no me veo con esa edad. Pues llegué al trabajo, pero antes me encontré con un camión que buscaba la manera física de entrar en un garaje. La encontró después de cinco minutos de disquisiciones. Y eso me hizo pensar durante cinco minutos mientras sonaban nuncios tontos en la radio. Pensé en el tiempo, y en las prisas que tenemos algunos. Las prisas que nos quitan la vida. Las prisas que no se pueden compartir. Las prisas que no queremos compartir. Las prisas que no queremos decir.

2 comentarios:

Blogger Senza fine ha dicho...

Hizo una bola con las prisas y las tragó, despacito, por joder, para hacer notar que él marcaba el tiempo. Con las últimas prisas que le quedaban, hizo de nuevo una bola en su boca, y la llevó de lado a lado, como los niños pequeños con el pescado: primero en un carrillo, luego en otro. Despacio. La ensalivó... y la deglutió. Las prisas cayeron de golpe en su estómago; la bola tapó la úlcera y ahí se quedó, aprisionada. Y él, por fin, se echó a dormir sin somnífero, sin angustia y sin poner el despertador.

9:46 p. m.  
Blogger Senza fine ha dicho...

Hizo una bola con las prisas y las tragó, despacito, por joder, para hacer notar que él marcaba el tiempo. Con las últimas prisas que le quedaban, hizo de nuevo una bola en su boca, y la llevó de lado a lado, como los niños pequeños con el pescado: primero en un carrillo, luego en otro. Despacio. La ensalivó... y la deglutió. Las prisas cayeron de golpe en su estómago; la bola tapó la úlcera y ahí se quedó, aprisionada. Y él, por fin, se echó a dormir sin somnífero, sin angustia y sin poner el despertador.

9:46 p. m.  

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