lunes, octubre 05, 2009

En la política

Esta anécdota la contaba Rafael Argullol el otro día en EL PAIS:
Este verano me encontré por la calle a un compañero de la universidad al que no había vuelto a ver en todos estos años. No se le tenía, entonces, por una lumbrera. Le pregunté cómo estaba y, sin transición y sin matices, me contestó que le había ido extraordinariamente bien en la vida. Para resumirme esta satisfacción vital me contó que era segundo en las filas de determinado partido. "Yo que, como sabes, no era ninguna lumbrera", argumentó, medio bonachón, medio malicioso. Estuve a punto de decirle que también Calígula nombró senador a su caballo. Pero me callé puesto que, al fin y al cabo, no conozco a nadie más con una opinión tan elevada acerca de lo que ha sido su vida.

Para qué comentarla.

1 comentarios:

Anonymous Carmen Coello ha dicho...

Cierto, señor Cruz, el ejemplo más claro lo tiene en el Puerto de La Cruz.
Recuerdo a mi padre; decía que venían de Dinamarca unas latas de manteca con la cara de un cerdo en el papel que las envolvía, pues eso...

8:52 a. m.  

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