En la cama
Siempre que te veo desaparecer por esa puerta, mi imaginación no para de saturarme con la misma mirada que se pierde. Siempre me pasa cuando veo que mi amante se pierde tras la puerta del baño. Al poco se oye cómo tira de la cadena. ¿Te perderé? ¿Volverás? Me quedo ahí, solo, desnudo, como si mi espejo hubiera desaparecido. No hay reloj, así la espera es menos ansiosa. El tabaco que ya no fumo puede esperar. Se puede morir. No hay libros: mi cerebro no puede estar pensando en otra cosa pero lo hace. Si cierras los ojos, te aseguro que lo va a hacer. Otra vez. Pero esta vez no hay ruido fuera: la ciudad dormita. Los coches hace rato que han desaparecido para dejar lugar a las voces que viajan en reyertas. Mis oídos también se cierran. Sólo las campanas de la Iglesia discuten la noche a los hombres y a las mujeres que pierden sus tacones en lo ancho de sus bolsos, negros y brillantes, como tus ojos.
5 comentarios:
Está guay pero estaría mejor si fueras capaz de ver la noche desde el principio...para luego acabar "En la cama".
dejaste de fumar? Por qué será que las idas y venidas de tacones, humos y encuentros vespertinos parecen un retrato de tu vida y no un ejercicio literario?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Por desgracia, casi todo lo que escribo (¿o era todo?) es un auto retrato de mi vida conmigo dentro.
ohhh vaya
ultimamente has escrito mucho
yo nada.
prometo leerte más...
:)
Julia
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