viernes, noviembre 17, 2006

Las ilusiones de los hombres (NY, III)



Los distintos mundos que se concentran en Manhattan se ponen de acuerdo en el ruido de los enormes camiones que aceleran y frenan en cada semáforo. Ni una nube en el cielo grande. Hay mucha gente que ríe, que llora y se tapa la cara. Siempre el rostro por delante, siempre la verguenza por detrás. Sigue cantando Destroyer. Nos mareamos, miramos hacia arriba, perdemos el equilibrio. Hay que seguir la oscuridad, buscar la luz que tanto se nos niega. Quizá ya no veamos nada con nitidez. Nos deslumbramos y nos desnudamos. La aparición de la ciudad ante nosotros nos enciende y nos acompaña. Al final del día, los zapatos y los calcetines en el suelo. Podía ser cualquier suelo, el rugoso o el liso.
Otra vez, el ruido de enormes camiones acelerando y frenando en cada semáforo.
La cuestión era abrir bien los ojos, ¿lo hemos conseguido?
Necesitamos a esa chica. Necesitamos esa mirada. Era el fantasma de Nueva York, esa ciudad que sabe aprovechar tan bien las esquinas. Como Buenos Aires.

1 comentarios:

Blogger M. Larraya ha dicho...

"Los distintos mundos que se concentran en Manhattan se ponen de acuerdo en el ruido de los enormes camiones que aceleran y frenan en cada semáforo"????

Eres mas intenso que nadie macho.

6:37 p. m.  

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