sábado, junio 07, 2008

Metro

Estaban abrazados. Ella lloraba. El se arrepentía de algo. Esta historia me suena, pensé. Pero su abrazo fue largo. Duró como dos paradas. Hasta Nuevos Ministerios seguían sus lágrimas palidenciendo su alma. Y sólo era sábado. Ella tenía las uñas muy bien pintadas d erojo. El iba con unas all star y con una camiseta verde. Sus patillas eran más confortables de lo que parecían. Se querían. ¿Se quieren? Me fui a enlazar con otra línea, la del aeropuerto. Una chica venezolana me lo preguntó. ¿Va al aeropuerto? Sólo asentí en lo obvio. La chica no se quitó las gafas ni siquiera en el avión. La que iba a mi lado también era sudamericana. Ordenaba y mandaba lo que debía de comer cada uno de sus compañeros. Leía una revista d etendencias, de tendecias femeninas, que no son ni mejores ni peores. Son femeninas y como su tacto. Ella no quería pero sentí su tacto. Yo estaba dormitando. Como casi siempre. Dormí mal en Madrid. Ahora en Barcelona amenaza lluvia. Yo estoy a cubierto. Al menos por ahora.

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