domingo, diciembre 07, 2008

En la noche

Corrimos de la mano en medio del aguacero que dejó las calles con charcos como espejos, espejos inútiles que sorteábamos entre risas. Apenas había pronunciado su nombre un par de veces y ya todo en ella le era familiar. Sus ojos y esa extraña perspectiva del rimmel que no se corrió por el efecto de la lluvia, los botones de esa camisa que parecía de otra época, ese pelo oscuro que olía extraordinariamente bien, los vaqueros que tanto le costó quitarse eran como una doble piel. No quise que abriera la boca cuando iba a decir mi nombre. Tan sólo lo pudo hacer al oído, cuando ya la mente sólo oye lo que quiere oír. Y me gustó esa cantinela...

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Inspiro, trago saliva, lástima la brevedad...dejaré volar mi imaginación para que continue la historia

5:38 p. m.  

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